El Piloto


Ramón de Oliveira Cézar, nació el 20 de Agosto de 1953, en la ciudad de Buenos Aires, donde reside actualmente, su profesión de Contador Público no oculta un pasado de rumbos cambiantes y, algunas veces, tormentosos. Mochilero errante desde el comienzo de su adolescencia, luego no abandona su afición itinerante, puesta de manifiesto cuando, entre otras ocupaciones, trabaja embarcado de buzo salvamentista o de operador de explotación en yacimientos petroleros.

Junto con su placer por los paisajes cambiantes surge también el interés por lo histórico literario y, sobre todo, su pasión por los griegos, la helenización de Oriente y los míticos personajes que ocupan, desde la guerra de Troya hasta nuestros días, la configuración de Asia Central.

Desde muy joven ya le anida el "bicho" de la moto, pero prohibición paterna mediante y responsabilidades familiares posteriores hicieron que no satisficiera esa afición, salvo algunas pocas y subrepticias escapadas, hasta diciembre de 2003, cuando ya era un crecido ejemplar de 50 años!!, momento en que se compra una Honda Shadow 600, con la que hace sus primeras armas y sufre sus aparatosas primeras caídas, esas y las posteriores, todas sin consecuencias; o que por lo menos no alteraron de manera evidente la sintomatología preexistente.

Poco tiempo bastó para que el bicho que hasta ahí sólo anidaba, se transformará en una bestia digna de Jurassic Park! Nunca más cambia de tipo de vehículo, negándose a andar en nada que tenga más de dos ruedas y sin motor. Hace cursos de conducción, tranquilos en BMW y más "nerviosos" en las clínicas deportivas que dicta el Maestro David Paredes en las Sierras de Córdoba (foto superior izquierda).

No hizo falta nada, más bien fue una consecuencia natural inmediata, para que se juntaran el placer de la motocicleta con el espíritu viajero. Al muy poco tiempo de comprar la primera moto, participa en las salidas que Organiza Jorge Monasterio (Informoto Club), donde conoce a muchos de sus actuales amigos de las 2 ruedas, por cierto un poco más "sanitos" que él. Con quienes comienza a hacer salidas en grupos más reducidos y homogéneos, tanto en conducción como intereses. Con ellos realiza varias giras por el Uruguay y el sur de Brasil. Viaja también a Tandil con el Discovery Tour de Honda, dos veces concurre a las Clínicas ya mencionadas en las sierras de Córdoba y realiza viajes de distintos largos por el país visitando a gente amiga, que estoicamente resiste sus apariciones. En el verano 2007/08 recorre parte del Sur y de las Sierras de California, acompañado por su hija Delfina, quien comparte su gusto por las motos y la aventura, en una Triumph Bonneville alquilada en San Francisco (foto superior derecha, California, Ruta 25).

Son estos viajes regionales los que, justificadamente o no, le dan la confianza suficiente como para emprender una aventura más exigente. Una aventura acorde con el épico mundo griego de Ulises y Alejandro; una aventura que lo sumergirá en el mundo romántico de Scheherezade y las infinitas noches de Bukhara; un mundo itinerante de caravanas que trazaban y definían continentes y desiertos, un mundo tal de cruzamientos culturales y comerciales que terminó, finalmente, conformando la realidad de nuestro mundo actual.

De esta aventura, de estos lugares, de la Máquina , del personaje, sus amigos y sus ciberviajeros, de los que colaboraron y colaboran y de la antigua magia, que todo esto cubre como un maravilloso manto de seda, se tratan las páginas que siguen.







La Máquina


KAWASAKI VERSYS

Después de haber disfrutado durante dos años de una Kawasaki ER-6n, a la que sometí a todo tipo de caminos y condiciones, andando en circuitos, rutas, montañas y hasta ripio!; y que siempre me respondió como la extraordinaria moto que es, sin nunca un problema, decidí que para esta travesía iba a utilizar su hermana trailera. Al no tener que atravesar ni arenales, ni extensiones de barro, consideré que no se justificaba utilizar una KLR 650, que es la opción habitual para estos viajes, por lo que opte por ir un poco más cómodo en esta moderna bicilindrica. También tuve en consideración el hecho de que gran parte del viaje va a ser por montañas, en ocasiones a más de 4.000 msn, y ahí sí que prefiero tener toda la tecnología y electrónica de un motor a inyección con una centralita que regule permanentemente la mezcla de combustible y no un carburador, que exige otro tipo de ajustes. Por otra parte, y hasta donde yo sé, nadie ha hecho estos recorridos todavía con una Versys. Por lo que tampoco me voy a perder el placer y la oportunidad de ser el primero en realizarlo!

El motor de la Versys es un bicilindrico paralelo de 8 válvulas y 649 cc de desplazamiento. Tiene una relación de compresión menor, que el de la ER-6n, lo que si bien le quita algunos HP, la vuelve más amable para aceptar combustibles de peor calidad. Y esto junto con la autonomía, más extendida por un menor consumo y un tanque de combustible de mayor capacidad, son dos factores de suma importancia, ya que no hay estaciones de servicio en todas las localidades que estaré visitando y muchas veces deberé recurrir a abastecerme con particulares que me provean de combustibles guardados en tachos en condiciones bastante dudosas.

También es de importancia en la elección de este modelo el chasis más resistente, la protección del piloto y el confort general de esta moto. Su suspensión ajustable ofrece las suficientes opciones como para adaptarse a los distintos tipos de camino y cargas variadas que puedan darse en un viaje de estas características. A esto debemos agregarle la comodidad de contar con un parabrisas de posiciones ajustables, lo que termina de definirnos a una moto muy confiable, fácil de conducir y resistente al trato duro, condiciones todas que pude poner a prueba personalmente con la ER-6n y que me garantizan un desempeño si no mejor, como sería de esperar por su diseño y antecedentes, por lo menos igual en la Versys.








¿Por qué una travesía diferente?


El caravasar de Tash Rabat y las vendedoras de alfombras de seda en el Bazar de Samarkanda son los vestigios inmutables de la antigua ruta y sus pueblos. Pueblos que desde hace cientos de años ven pasar a todo tipo de extranjeros, movidos por intereses de increíble disparidad… conquistadores, comerciantes, exploradores, religiosos. Pueblos, que en muchos casos, ellos mismos son la manifestación de otra migración, como la turca que del norte de China terminan en la península de Anatolia. Pueblos que siguen dividiéndose entre la gente de la ciudad y los pastores nómades, que permanecen irreductibles a sus viejas costumbres, a pesar de los esfuerzos que en años más recientes realizó el régimen soviético por "modernizarlos". Pueblos que han sido parte de inabarcables Imperios, desde Alejandro hasta la URSS, y que, en este transcurrir de conquistas, ocupaciones, migraciones y exploraciones, supieron recibir la influencia de todos los que, tanto pacíficamente o por medio de la violencia, dibujaron sus caminos, forjando una identidad propia, pero diversa que incorpora 2500 años de distintas culturas, desde la de Extremo Oriente e India, hasta la occidental del Mediterráneo y Arabia.

Por eso este viaje no puede permanecer indiferente al profundo contenido histórico de la región, donde el imperativo será más el detenimiento que el avance; la observación, la meditación y el estudio más que los kilómetros recorridos. No es simplemente partir a hacer largas distancias en poco tiempo, sino al revés, olvidar las distancias y valorar el lento contacto con la gente de los distintos lugares, compartir sus viviendas, comidas y costumbres, que poco han cambiado en los últimos mil quinientos años. Atesorar la visión real de las viejas ciudades, que uno creía que sólo existían en las narraciones de "Los Viajes de Simbad", descubrir los rastros de estas sociedades que se han ido solapando unas sobre otras, desde los hititas hasta la actualidad. En esta empresa, la moto no sólo cumple su función de transporte en el espacio, sino que como un mágico caballo mecánico hace también su viaje en el tiempo, fundiendo al viajero en el nomadismo secular circundante, acercándolo a la gente, incorporándolo a la geografía y a la historia, integrándolo a la atmósfera de viajes secretos, en el juego de los espías y exploradores del siglo XIX. Y todo esto hacerlo de la forma menos agresiva posible, donde no hay que caer en la tentación del tránsito veloz; que sólo serviría para perder la visión y alterar la perspectiva local. La moto nos permite aprovechar el medio sin la barrera de una carrocería, nos deja ser parte del paisaje y sus personajes ampliando dentro de nosotros la fantástica vivencia de la historia y el mito.

Es por esto que el viajero al salir a la búsqueda de su propio imaginario, encarnado en los mitos y leyendas de estos lugares - como la de las terribles amazonas que se dice eran de origen bactriano-, donde se concentran las historias y fábulas más mágicas y maravillosas que se conozcan, va tanto al encuentro de una realidad desconocida, pero intuida, como a la sorpresa de la resonancia que todas estas señales y signos provoquen dentro de espíritu; generando por ello una travesía distinta. Quizá en el momento de circular por el Pamir pueda uno imaginar el ejército de Alejandro marchando hacia India, o al de Genghis Khan entrando en su rumbo de conquista occidental. Quizá en Samarkanda uno adivine un espejismo de Sherezade escondida en el bazar de los viernes, o a un intemperante Timur mandando a ejecutar a sus arquitectos porque la mezquita en honor de su esposa principal no era todo lo grande y magnífica que él deseaba, en un desafío con la física que terminaría con el derrumbe de la misma. Quizá enfrentando la histórica entrada de Bukhara uno se vea asaltado por los fantasmas de Stoddart y Connolly, cuyos cuerpos están enterrados en ese lugar, oficiales ingleses que fueron decapitados en 1842, por orden de Nasrullah Khan, "El Carnicero", después de hacerles cavar sus fosas.

Asia Central ataca con su ráfaga de contradicciones, mezclando en ella lo más noble y lo más vil, atrayendo desde el horror más gratuito, Talibán incluido y la seducción de la sofisticación más delicada. Así como de las Mil y Una Noches surge un mundo maravilloso generado desde la sombra de una prometida terrible y gratuita ejecución, que castiga una infidelidad ajena; así Asia Central genera los monumentos más maravillosos y una cultura de una vastedad humanista y una profundidad científica enormes desde el fuego, la destrucción, la crueldad y la guerra permanente. Bien mirado, es más probable que la travesía diferente sea la que desde hace siglos vienen recorriendo los habitantes de esta región y no la que el ocasional y solitario motociclista genere al salir a su encuentro.







¿Qué pasó con China?


La pregunta es inmediata, ¿cómo se programa un viaje por la Ruta de la Seda y no se incluye a China, siendo este país pieza esencial de su existencia? No sería justo pensar que el viajero es tan descuidado que olvidó incluir China, o que la misma no le resultó interesante.

Existe una explicación y es posible avanzar con ella. Este es un viaje que ya lleva casi dos años de planificación y estudio, y cuando se planteó inicialmente, la intención era salir de Beijing a Xi'an, de ahí pasar a Dun Huang y comenzar con el bordeo del Desierto de Taklamakan (ver mapa), cuyo nombre en Uighur quiere decir "El que entra no sale"; pero no fue este poco auspicioso nombre el que evitó el viaje, todo lo contrario. Este enorme desierto, cuya superficie de arena es mayor que la del Sahara, actuó como un incentivo más, excitando la imaginación del viajero. En Dun Huang la Ruta de la Seda se abre en dos, la ruta del norte, que bordea las montañas del Tien Shan y la del sur que corre paralela a las laderas de la cadena Kun Lun. Abrazado por estas dos rutas está el legendario Taklamakan. La elección de recorrido recayó inicialmente sobre la ruta del norte, pasando por Urumqui y finalizando en Kashgar, para de ahí cruzar la frontera a Kyrgyzstan.

Pero lo que no resultaba tan claro, y en ese momento se desconocía completamente, es que China tiene, obviamente, presenta problemas de muy difícil solución. Su burocracia y su tradición aislacionista y una obsesión xenofóbica casi paranoica, que elevan barreras insalvables para el viajero que quiera recorrer el país conduciendo su propio vehículo, salvo que este sea una bicicleta y así y todo, tampoco las cosas resultan tan sencillas.

En principio para poder transitar por el país se lo debe hacer con un vehículo que este patentado en el mismo. Una posible solución para esta situación era comprar una moto china. Un primer inconveniente es que la cilindrada máxima que fabrican es de 250 cm3 y eso era un riesgo para las largas travesías y especialmente las de gran altura; pero podía intentarse. No es este el único requisito. Para poder conducir un vehículo en China ¡hay que tener registro chino!: no alcanza con el registro internacional. Además, para obtener este documento es necesario también tener un nombre chino. Es cierto que ante tantos problemas existen empresas, de dudosa credibilidad, que se ofrecen para obtener la documentación necesaria. Entrando en los foros de viajeros se puede ver que hay varias quejas con estos servicios y que en más de una oportunidad la documentación otorgada ¡era trucha!

Todo esto forzó la decisión de dejar China para otra oportunidad, ya que a los riesgos naturales de un viaje de estas características no se le quería agregar el problema de ser un turista en condiciones ilegales en un país tan policial y cerrado. Tampoco hay que olvidar que la barrera idiomática no es un tema menor y que en caso de presentarse un problema uno puede verse más aislado que Tom Hanks con la pelota de básquet...

Todas estas exigencias infernales hicieron de China un objetivo para otro momento, si es que los chinos terminan su apertura al mundo, tal como parece ser; u otra vida o medio de transporte.