Khögon Khan Uul – Un poco de paz…
11 de agosto Se ve que Tselmeg le pegó un llamado al orden a nuestro amigo, porque la mañana del día 10 se levantó temprano, serio y callado. Casi como el día, nublado y fresco. Como este parque queda no muy lejos de Karakorum y casi todo por asfalto, salimos a media mañana y sin apuro. Maravilla de maravillas, hicimos todo el recorrido en casi total silencio, muy poca charla y nada de música… En un cruce de rutas, que como siempre se pueblan de guanz y otros negocios, me pidió de parar a comer algo, porque no había cenado ni desayunado… Y esto dicho con voz y mohín de niño insatisfecho, como para ver si me daba culpa… Se debe haber dado cuenta que su recurso fue infructuoso cuando no entré con él al boliche, sino que me quedé afuera sacando fotos. Como decía más arriba, un poco de paz… Nuevamente el extraordinario paisaje mongol de valles y montañas, un tanto más áridas ahora. Casi llegando a nuestro destino veo un cordón de dunas… Eso sólo ya me alegró el día, pero había más, bastante más y muy bueno. Este cordón de dunas, las Mongol Els, no se parecen ni de lejos a las Khongoryn, ya que éstas son únicas. Y en esa diferencia toman un carácter interesante. En principio son mucho más bajas y chicas en su desarrollo, tienen mucha más vegetación y un río semi seco que les corre paralelo. No sé por qué pero me las imaginé como similares a un paisaje árabe cerca de un oasis. Aunque ya sé que nada que ver, porque acá se dan los árboles achaparrados y en Arabia las palmeras. |
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De ahí nos fuimos directamente al Övgön Khiid. Sí, ya sé, debo parecer budista por la manera de visitar monasterios, igual aclaro que nada que ver con esta religión (o alguna otra). Lo que pasa es que no sólo los monasterios son de una gran belleza, para mí al menos, tanto en lo arquitectónico como en las obras de arte que los integran, sino que están generalmente en emplazamientos muy atractivos, casi todos son varias veces centenarios y además la persecución y destrucción, con las consecuentes masacres de monjes, de las que fueron objeto hacen que despierten en mí un profundo interés y respeto. Éste también tiene su historia y su encanto. Fue construido en 1660 y destruido en el S. XVII por las fuerzas de Zungar Galdan Bochigtu que era un rival de Zanabazar. Quedaron las ruinas de aquel primer templo, pero en la locación construyeron un nuevo monasterio sobre la ladera de la montaña. Está compuesto por 10 monjes y regidos por una mujer lamaísta qué dicen que tiene capacidades sanadoras. Me dediqué a recorrerlo lentamente, sus dos pagodas blancas, el templo principal y los dos templetes laterales. Más arriba en la montaña está la residencia de los monjes, pero no trepé porque no me pareció que iba a ser recibido sin problemas. Además ya medio me irrita este rol de turista curioso que se mete donde no lo llaman. Entré al templo principal, sumamente pequeño, quizá más que el de Ongiin Khiid y me dejaron sacar fotos con tranquilidad. Terminé, como de costumbre cuando no hay mucha gente, sentándome en un banco lateral y disfrutando la amable atmósfera del misticismo budista. Entró un grupo de turistas franceses, a quien su guía les dio toda la explicación del caso, sacaron unas fotos y se fueron. Permanecí unos minutos más, sólo para guardar el recuerdo. |
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| Como mi intención era volver a visitar este monasterio y otro que está destruido a unos 2 kilómetros del Övgön le pedí a Ambraa que buscáramos el guesthouse más cercano. Llegamos y se repitió como siempre la recepción con airag, yogur y té mongol. Ahí, sentado en el piso del ger de esta familia de pastores, tomando su riquísimo yogur, mientras Ambraa negociaba mi estadía y sus "beneficios" por debajo de la alfombra, tomé contacto con mi renovado buen humor. Estaba reencontrando la Mongolia que había ido a buscar y que a partir de Ongiin Khiid se empezó a desdibujar. Volvían las montañas, las tierras áridas y las dunas; volvía a alojarme en un ger de una familia nómade; volvía al airag, la falta de agua y la ausencia de electricidad. Volvía a tener la posibilidad de elegir mi baño personal entre los cientos de yuyos que pueblan estos campos. Y todo esto que puede leerse como una incomodidad, era mi motivo de buen humor. | |
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| Estaba en mi ger alistándome para hacer una caminata por las dunas cuando entra un chico de unos 11 años, Khatonbubei. Quien haciendo gala del particular modo proxémico oriental, comienza a tocar y mirar todas mis cosas. En el momento que comencé a insinuar un movimiento de contención lo veo desplegar uno de mis mapas sobre una cama lateral y lo comienza a leer con verdadera atención, buscando, encontrando y nombrando lugares con entusiasmo. Por supuesto lo dejé mirar los mapas con libertad para después pasar al GPS y a mi aparato de meteorología. Quedó fascinado con el anemómetro que luego hicimos funcionar al caer la tarde. Se fue de mi ger y yo salí a recorrer las dunas, cuando veo que la madre le está cortando el pelo. Lo saludo como viejos amigos y me mira con cara de "a este quién lo conoce?" Sigo caminando unos metros y lo veo aparecer de dentro de otro ger saludándome, primero me sorprendí, pero enseguida me di cuenta que eran gemelos! El que se estaba cortando el pelo era su mellizo Khatansaihan. Documenté el hecho con una fotografía ad hoc. |
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Ese atardecer llovió y pude darme cuenta de lo que esta gente trabaja. Son dos grupos familiares y deben llegar a un total de 12 personas. Como todas las tareas son manuales los ordeñes de todos los animales, vacas, yeguas, cabras y ovejas se hace en forma serial manteniendo separadas las crías de las madres durante el día. Llegada la hora las van juntando y ordeñando de a una cuidando que no se pase ninguna. Se puede observar la mansedumbre de los rodeos porque todo esto lo hacen de a pie y fuera de corral, con perfecto control de las manadas. El tema es que llovía y estaba ventoso y no por eso dejaron de ordeñar ni de hacer ninguna de las tareas productivas, como fabricación de airag. Y en eso participan todos, absolutamente todos sin distinción de edad o sexo. Y a la mañana la misma rutina, apartan las crías de las madres para el ordeñe de la tarde. Francamente, quedé asombrado. Ese día además carnearon dos ovejas. |
| Después del desayuno me fui caminando a ver el monasterio destruido, que está como a 7 kilómetros y hay que cruzar un par de montañas para llegar hasta él. Lo único que tenía como dato eran sus coordenadas, que cargué en el GPS y partí lo más tranquilo. Indefectiblemente cometo lo mismos errores. Me mandé por donde me pareció, fijándome sólo en la orientación que me marcaba el aparato. Un camino arduo, lleno de plantas, rocas y dificultades. Cuando llegué, transpirado, lleno de polen de plantas y de telarañas que había venido levantando por el camino vi que estaba todo un grupo de turistas alemanes que no parecían haberse esforzado ni la mitad que yo. Está claro, hay un sendero y además está señalizado! No importa. Me encantó esta visita a este monasterio destruido del que no sé más nada que eso y que fue construido en piedra, porque es lo que pude observar directamente. Como siempre las bufandas azules y los ovoos. No hay manera de no percibir la espiritualidad con la que los mongoles reverencian todo. Absolutamente todo. Me llamó la atención como tocaban las piedras del museo turco o depositaban dinero dentro de las tortugas, cuando en realidad no son objetos ceremoniales o religiosos. La sensación que tuve en esta trepada fue muy parecida a cuando años atrás ascendí el Tepoztlan para Año Nuevo. Selva de montaña, mucho calor y sol y de entre los árboles emergen las ruinas. |
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La sorpresa agradable la tuve a la tarde, ya que después de almorzar con la familia en lugar de ir a dar una vuelta, o hacer algo, me quede vagando por ahí. En cuanto se dieron cuenta que estaba desocupado y sin objetivo conocido me metieron en el ger que usan de almacén a batir leche de yegua para hacer airag y cuando terminé con eso me fui a boyerear unas cabras. No era necesario irme hasta el Gobi para compartir algunas actividades de la diaria con los pastores. Quedé feliz con mi laborterapia, pero merced a las salpicaduras de leche fermentada con un olor insoportable. |
| Esa noche llovió sin parar. Mal presagio para mi visita al Parque Khustain. | |
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